lunes, mayo 14

100 años de "Castilla"

Publicado en "Información" de Alicante, el lunes 14 de mayo del 2012

El libro más representativo de Azorín, proyecto azoriniano de revalorizar la historia de la literatura española, alcanza un siglo desde su publicación en 1912. La obra catapultó al escritor alicantino a la Real Academia Española. (ILUSTRACIÓN DE XAVI GARCÍA). 

Las efemérides literarias brindan a los periodistas la posibilidad de rescatar los libros que van más allá de los  clásicos mil veces citados (ya sea El Quijote, o Los Episodios Nacionales de Galdós).

Y una de estas joyas que anda precisamente de celebración es el libro Castilla de José Martínez Ruiz, Azorín, que nació como un proyecto azoriniano de revalorizar la historia de la literatura española, pues en él se resucitan a clásicos como La Celestina o El Lazarillo de Tormes. Una técnica de la que, por cierto, se han servido otros autores contemporáneos como Andrés Trapiello, declarado azoriniano, quien dotó nuevamente de vida al hidalgo caballero de la Mancha en su novela Al morir don Quijote (Premio Fundación José Manuel Lara 2005).

Los escritos de Castilla vieron la luz por primera vez en distintos diarios de la época, conectando de igual modo con algunos de sus libros precedentes y más emblemáticos en los que permanece el periodismo como vía de conexión. Entre ellos, cabe recordar La ruta de Don Quijote, publicado en 1905, al que el mismísimo Mario Vargas Llosa le dedicó su discurso de ingreso a la Real Academia Española (RAE) en 1996. El reciente premio Nobel dijo por entonces: "La Ruta de don Quijote, de Azorín, es uno de los más hechiceros libros que he leído. Aunque hubiera sido el único que escribió, él sólo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua".

Castilla despertó conciencias entre los intelectuales, y fue muy aclamado y aplaudido entre los más grandes autores de su tiempo. De hecho, el efecto fue tal, que Antonio Machado escribió a Juan Ramón Jiménez asegurándole que este libro de Azorín "tan intenso, tan cargado de alma, ha removido mi espíritu hondamente". La anécdota la ha recuperado Miguel Ángel Lozano, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Alicante, en un reciente artículo para el Instituto Cervantes. En éste, añade Lozano: "Don Antonio (Machado) fue siempre muy certero en sus apreciaciones y supo destacar así las primeras cualidades de la obra, impresión que vuelve a definir cuando, en el primer verso de la famosa composición que le dedica, lo califica de libro de melancolía".

En la RAE
La repercusión de Castilla siguió su curso hasta tal punto que, apenas dos meses después de su salida al mercado editorial, Azorín fue apadrinado por Antonio Maura como candidato para un sillón vacante en la RAE. Sin embargo, las sucias corruptelas de la política volvían a jugarle una mala pasada, y esa plaza finalmente la ocupó un exministro de Hacienda de muy pocos méritos literarios llamado Juan Navarro Reverter.

El escándalo suscitó una campaña vigorosa a través de artículos publicados en prensa, telegramas y conferencias en el Ateneo, pidiendo enérgicamente la elección de Azorín. Y en actos como la "Fiesta de Aranjuez", en homenaje al escritor alicantino, Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez insistirían en el asunto. Sin embargo, Azorín no ingresó en la RAE hasta 1924, cuando fue finalmente elegido, según rememora el hispanista Inman Fox en su prólogo e introducción de Castilla en 1991.

"Por su forma, su estética y su contenido, Castilla representa lo quintaesencial de la obra de Azorín: el breve ensayo/cuento periodístico en que se medita sobre el paisaje o pueblo como "pequeña" historia transida por el tiempo, y en que se busca en la literatura una expresión del espíritu nacional", apunta el profesor Fox.

En el intervalo de tiempo que Azorín escribió Castilla, 1907-1912, sorprenden los temas a los que alude frecuentemente por su plena actualidad: la lamentable situación económica y social; la historia de España y las razones para su decadencia; y el debate cultural España-Europa.

Por eso, hoy más que nunca, Azorín es un autor de obligada lectura.

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