martes, abril 17

Valle-Inclán viaja a Monóvar

Publicado en "Información" de Alicante, el 2 de septiembre del 2009

Una muestra descubre en la Casa- Museo Azorín las labores de editor del creador de Luces de Bohemia. Otros documentos desvelan algunas de las claves de amistad entre ambos intelectuales. 

El "esperpento" se lo debemos a Ramón María del Valle-Inclán, y a él están cosidas otras muchas palabras únicas y originales que marcan la trayectoria de un autor inconfundible en su estilo y obra. Se trata, además, de uno de los escritores más consagrados de la Literatura Española, que con títulos como Luces de Bohemia o Sonatas, destapó una nueva vía literaria. 

Sabemos eso y mucho más de un autor de obligada lectura que descubrimos en el instituto y la escuela, que nos enseñó las memorias de un marqués de Bradomín feo, católico y sentimental que convivía entre príncipes y princesas de seda en un mundo que respiraba modernismo y a poesías de Rubén Darío

Ahora, un tiempo después, tenemos la oportunidad de encontrarnos en la Casa-Museo Azorín de Monóvar con un nuevo Ramón María del Valle-Inclán, que no solamente vivía obsesionado por la creación de sus obras, sino también entregado a sus propias labores de editor. Por eso, Valle-Inclán encargaba el papel, buscaba ilustradores, imprimía e incluso vendía y distribuía sus ejemplares entre libreros o casas editoriales. Y pese a que sus coetáneos también se sufragaban sus primeras producciones, este es un caso excepcional, ya que Valle-Inclán continuó toda la vida siendo su propio editor. 

La muestra, patrocinada por la CAM, se inauguró con la presencia de su nieto y comisario de la exposición, Joaquín del Valle-Inclán Alsina. 

¿Y qué vínculo une Azorín con Valle-Inclán? Aunque la muestra se alimenta de los propios fondos de la Casa Museo de Monóvar, junto a otro material proveniente de la familia de Valle-Inclán, Azorín siempre ha elogiado al gallego, hasta el punto que releyó en numerosas ocasiones todo el conjunto de su legado literario, siempre extrayendo una nueva reflexión o concepto que anotó el escritor monovero en varias de sus obras. Ambos se conocieron en la capital madrileña en 1895, y aunque jamás existió un gran trato personal, sí un enorme respeto

"Literaria y políticamente tomaron caminos distintos", afirma su nieto Joaquín del Valle-Inclán, "Azorín es un conservador moderado que hace política, mientras que Don Ramón (del Valle-Inclán) no frecuenta esos mismos círculos y se inclina por la ultraderecha. De hecho, en 1908, en unas declaraciones él mismo dice ser absolutista". 

Por su parte, también resulta especialmente interesante la distancia literaria entre ambos autores. Mientras que la fama de Valle-Inclán llegó a través del teatro y la dramaturgia, ésta es la faceta más desconocida de Azorín, y por la que siempre pasó inadvertido. "Si dices que Azorín escribió teatro en cualquier librería te mirarán mal. No sé exactamente porqué, pero Azorín no tuvo fortuna en el teatro, de hecho es difícil encontrar estas obras en las tiendas. Es un hecho parecido a Gabriel Miró, al que la Guerra Civil y la posguerra hicieron desaparecer. Olvidos que ni la misma historia del teatro menciona", agrega Joaquín del Valle-Inclán. 

La leyenda también acompaña a la figura de Ramón María del Valle-Inclán, sobre el que recae numerosas dudas sobre si consumió o no drogas para la redacción de La pipa de kif o La lámpara maravillosa. Su nieto lo desmiente tajantemente y le defiende. "Mi abuelo mintió sobre él mismo toda su vida. Pero, en ese caso, si lees la prensa de 1905 verás la cantidad de drogas que había a la venta. Pastillas de cocaína traídas del Perú o el mismo hachís eran productos muy usuales para tratar el estómago. Valle-Inclán tuvo unos pequeños pólipos y, por receta médica, le recomiendan fumar hachís. Pero que experimente con las drogas para escribir sus obras es una tremenda leyenda", aclara. 

En 1936, Valle-Inclán preparó una tarjeta de felicitación por la reciente publicación de un artículo de Azorín. La carta, sin embargo, no llegó a tiempo al fallecer el escritor gallego ese mismo año. El padre de Joaquín del Valle-Inclán, Carlos, se la entregó por entonces personalmente al autor de Monóvar. Ahora, muchos años después, se reúne por vez primera en esta exposición que se presenta al menos atractiva, a dos intelectuales que marcaron profundamente las huellas de la denominada Generación del 98.

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